El hombre es un individuo
gregario. Puede permanecer solo, querer estar solo, pero, en general, se une a
otras personas para vivir, en busca de un bienestar general. Hay muchos
estudios, en diversas perspectivas, que demuestran que el hombre persigue la
compañía de sus congéneres y que ésta le acarrea un bien.
Giles LC. Glonek GF, Luszcz MA y Andrews Gr., de la
Universidad de Flinders en Autralia, llevaron a cabo un estudio que,
como otra raya al tigre, vuelve a demostrar los efectos de la amistad en la salud. Esta vez, en
la prolongación de la vida en los adultos.
El objetivo de este estudio fue
examinar si había un vínculo entre la sobrevivencia de los ancianos con las
redes sociales que ellos mismos habían construidos con parientes, amigos, niños,
confidentes. En dicho estudio participaron unas 1477 personas que llegaron
a más de 70 años de edad. Los resultados mostraron un mayor efecto en la
longevidad en aquellas personas con mayores amistades y un menor efecto cuando
la red se construía con niños.
Pero, fuera de este estudio, ¿No
resulta natural que nuestras amistades afecten la sobrevivencia en los ancianos?
La amistad es una relación entre dos individuos cuyos intereses pueden ser
idénticos, sea de la índole que sea.