Siempre me impresionaron los relatos de otras culturas que viven más cercanas a la naturaleza, como los indígenas del Amazonas, o de las tribus de Norteamérica antigua; o de los habitantes de las sabanas africanas. En estos relatos se cuenta que ellos, los cazadores pedían disculpas a los animales cazados por haber tomado sus vida; pero daban también las gracias por la vida que ellos tomaban de dichos animales.
Nuestra cultura occidental, en cambio, no tiene la misma cortesía mínima con los animales que nos sirven de alimento. Nos sentamos en cualquier restaurante, sobre todo en aquellos de comida rápida y no saciamos nuestra hambre sin pensar en los animales cuyas partes estamos comiendo, sea pollo o sea res o lo que sea. Simplemente nos lo comemos. Y es que parecería que nuestra cultura está llena de compartimiento estancos y, por ello, nos movemos dentro de un mundo que no tiene relación una cosa con otra: estamos enfermos (mentalmente hablando). Yo quisiera pensar en que este es un problema cultural simple y que comenzó incluso con los primeros filósofos griegos, que dispusieron de los fundamentos de nuestra cultura. Pero no es así. Sócrates, a pesar de que su método de pensar era muy sistemático, dejaba en claro que hay una parte irracional en el ser humano que forma parte de nuestra esencia. Nuestra propia ignorancia hace que no entendamos este fundamento.
Sin entrar a discutir sobre religión habría que reconocer que gran parte de nuestra forma de comportarnos tiene que ver con lo que nos han enseñado desde nuestra niñez: el hombre es el re de la creación, por lo que tiene todo el derecho y deber de someter a toda la creación. La naturaleza ya está cobrando esta desfachatez: los desastres naturales de estos últimos años lo evidencian.
Pero lo que me lleva a reflexionar sobre este tema es un artículo reciente de The Independent. En este artículo se reflexiona sobre el maltrato a que son sometidos los animales antes de ser matados y destazados. El artículo se refiere a la forma en la que son conducidos al matadero y los sufrimientos que los animales soportan. Todo ello sin que el consumidor final tenga conciencia de ello.
Este sufrimiento no solo es exclusivo de las granjas inglesas, por cierto. De eso hay mucho que contar.
Nuestra cultura occidental, en cambio, no tiene la misma cortesía mínima con los animales que nos sirven de alimento. Nos sentamos en cualquier restaurante, sobre todo en aquellos de comida rápida y no saciamos nuestra hambre sin pensar en los animales cuyas partes estamos comiendo, sea pollo o sea res o lo que sea. Simplemente nos lo comemos. Y es que parecería que nuestra cultura está llena de compartimiento estancos y, por ello, nos movemos dentro de un mundo que no tiene relación una cosa con otra: estamos enfermos (mentalmente hablando). Yo quisiera pensar en que este es un problema cultural simple y que comenzó incluso con los primeros filósofos griegos, que dispusieron de los fundamentos de nuestra cultura. Pero no es así. Sócrates, a pesar de que su método de pensar era muy sistemático, dejaba en claro que hay una parte irracional en el ser humano que forma parte de nuestra esencia. Nuestra propia ignorancia hace que no entendamos este fundamento.
Sin entrar a discutir sobre religión habría que reconocer que gran parte de nuestra forma de comportarnos tiene que ver con lo que nos han enseñado desde nuestra niñez: el hombre es el re de la creación, por lo que tiene todo el derecho y deber de someter a toda la creación. La naturaleza ya está cobrando esta desfachatez: los desastres naturales de estos últimos años lo evidencian.
Pero lo que me lleva a reflexionar sobre este tema es un artículo reciente de The Independent. En este artículo se reflexiona sobre el maltrato a que son sometidos los animales antes de ser matados y destazados. El artículo se refiere a la forma en la que son conducidos al matadero y los sufrimientos que los animales soportan. Todo ello sin que el consumidor final tenga conciencia de ello.
Este sufrimiento no solo es exclusivo de las granjas inglesas, por cierto. De eso hay mucho que contar.
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