El ser humano, desde que se alzó como especie, comenzó a buscar su comida en el suelo, en los árboles, en todo aquella fruta, semilla o planta que encontraba en su búsqueda por el sustento. También comenzó a comer insectos. Luego se dió cuenta que podía cultivar y comenzó a criar animales que, también en tiempos anteriores, tenía que cazar. De esta forma las primeras civilizaciones, como las actuales, iniciaron a la orilla de grandes ríos, como el Eufrates y el Nilo.
Comenzó una nueva época y comenzó la era de los grandes imperios, como el griego y el romano. Se comenzó a mover los alimentos de un lado hacia otro, de tal forma ciudades como Roma lo obtenían de todas las provincias romanas, garantizando el alimento diario a todas las masas que conformaban esa gran urbe.
No hace falta hacer un relato de cómo fue la evolución del comercio de los alimentos, de cómo los manufacturaban y vendían, pues la base de toda la economía mundial era la agricutura hasta llegar la Revolución Industrial. En esta época inició la industrialización de los alimentos. Napoleón, por ejemplo, en sus campañas militares llevó alimentos enlatados que habían sido calentados para que pudieran ser guardados durantes largos tiempos sin que se deterioraran. Significó un avance logístico en la maquinaria bélica, pero que inició una industria que continúa avanzando en estos tiempos también.
Y, como industria, también forma parte del mundo de los negocios. Con ello, los objetivos de producir alimentos para, lógicamente, alimentarnos, se ha convertido en producir alimentos para hacer negocio.
En principio, hacer negocios no es malo; pero ha complicado las relaciones entre la nutrición, la seguridad alimentaria y lo humano. Basta enfocarnos con la polémica que se ha venido dando desde hace muchas décadas: la formación de Trans en el proceso de manufacturación de la base para margarinas y mantecas. Dicha polémica ha permitido entender algunos de los peligros que se originan a través del consumo de los productos con grasa conteniendo Trans y eso, es bueno. Sin embargo, el nivel de discusión no ha sido el mismo con las bebidas carbonatadas, específicamente con las Colas, cuyo consumo está asociado a la epidemia de estos días: la obesidad. Y, esta última, está asociada a un sinfín de problemas sanitarios.
El ser humano necesita alimentarse. Se cuestiona mucho sobre la forma en que lo hace. Se cuestiona el esfuerzo magro que se hace, por ejemplo, para criar ganado, a pesar de que podría ser más eficiente alimentarse directamente de las plantas, puesto que la pérdida de energía (y dinero) es menor que consumiendo proteínas y vitaminas animales. Podría ser cierto, puede discutirse. Lo importante es que el cuestionamiento sea hecho objetivamente. Lo importante es que también debe discutirse los derechos de los seres vivos de los que nos alimentamos. No somos más importantes que ellos, ya los griegos lo sabían (en la Odisea hay una declaración muy clara: no hay en el mundo ningún ser inferior a los seres humanos). Pueden ser parte de la cadena alimenticia nuestra, pero hay consideraciones éticas, propias de la ecología profunda, que ve a todo ser viviente como parte esencial de nuestro planeta.
Es bueno profundizar en estos temas ....