En una tierra lejana, hace mucho tiempo, ocurrió que llegó una peste a la población que la habitaba. Comenzaron las muertes, diezmando a la población sin misericordia.
Un médico, sin embargo, encontró unas plantas, en lo más profundo de la selva que rodeaba la comarca, que podían combatir la enfermedad y sanar a la gente. Comenzó su labor y la gente comenzó a recobrar la salud.
En un viaje que el médico hizo entre dos poblaciones y que tenía que hacerlo por la urgencia que había entre la gente, encontró una banda de ladrones, quienes lo golpearon y le quitaron el poco dinero que llevaba. Quisieron quitarle la bolsa o alforja que llevaba, pero el médico les suplicó que no lo hicieran, pues allí llevaba las hierbas con las que preparaba la medicina que aliviaba la epidemia que estaba padeciendo la comarca. Los ladrones se burlaron de el médico y le quitaron la alforja, derramando su contenido a un abismo cercanoEl médico regresó a su hogar, triste por haber perdido las hierbas y por no tener la oportunidad de seguir haciendo el bien entre su gente. Pasó la noche en vela, preocupado, pero decidió regresar al pueblo, por el mismo camino que siguió el día anterior, pues tenía que atender a los enfermos. Pasó el sitio en el que fue asaltado, pero no había nadie. Llegó al pueblo y salieron a recibirlo todos sus habitantes: todos estaban enfermos. Pero al primero que reconoció fue al jefe de los ladrones, quien le suplicó que lo sanara, pues había caído enfermo
El médico solamente le dijo: "Yo ya no puedo hacer nada, tú derramaste mis hierbas, a pesar de que te supliqué que no lo hicieras"
La enseñanza que puede sacarse de este relato es muy grande. Entre otras cosas, uno no sabe el alcance que nuestras propias acciones pueden tener sobre nuestro propio futuro. O, ¿Qué piensa Usted?
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