Prometeo

Epimeteo, por orden se Zeuz repartió cualidades entre todos los animales. Pero se olvidó de regalarle buenas cualidades al hombre. Al León le dio el valor, al Águila le dio la habilidad de volar y garras poderosas para conseguir su alimento. A la Jirafa le dio un cuello muy grande, para que alcanzara las hojas más tiernas de los árboles más grandes. Al elefante le dio la fuerza, a la serpiente la astucia. Repartió todas las cualidades, pero se olvidó del hombre.

Prometeo revisó lo que Epimeteo había hecho y se dio cuenta que el hombre era un ser débil, temerosos como un ratón. No podía correr tan rápido como los leones y las hienas; no podía volar como el águila, ni tenía la fuerza del elefante. Ni siquiera podía subirse a los árboles con la agilidad de los simios. Al darse cuenta que el hombre no podría sobrevivir sin ninguna cualidad, Prometeo le robó la sabiduría de las artes a Atenea y a Hefestos, además de robar el fuego del Olimpo. Por amor al hombre, Prometeo se ganó la ira de Zeuz, quien lo condenó a estar atado a una roca y sentir el dolor de ver su hígado devorado por un Águila.

Tal es el relato que se cuenta en Protágoras, de Platón. Debo confesar, no obstante, que antes de leer este pasaje estaba convencido que Prometeo recibió el castigo por haber robado el fuego del Olimpo. Al menos, pensaba que era lo único que se había robado.

De hecho, sin energía, el hombre no hubiera podido hacer todo lo que ha hecho hasta estos momentos de su historia. Pero más que la energía, es la inteligencia con la que ha desarrollado las múltiples formas de energía, para sus propósitos, es lo que caracteriza a la humanidad. Este mito, por cierto, me da un sentimiento de optimismo. Vivimos una época en la que hay una crisis grave en el suministro de energía. Pero todavía tenemos la sabiduría que nos entregó en su momento Prometeo.