Se dice que muchas aves migratorias, hormigas y otros seres vivos se orientan por las estrellas, por el campo magnético de la tierra, por las estaciones y por otras características que nuestros sentidos no tienen la capacidad de percibir. Pero esto no debería ser una sorpresa para nosotros, puesto que el hombre no es capaz, en la mayoría de veces, la propia realidad que enfrenta.
Los antiguos, sea en el continente en el que hayan vivido, también tenían la noción de que “nada ocurre por casualidad” y observaban cuidadosamente lo que pasaba en su entorno inmediato. Un grito de un animal, el paso de un ave, la muerte repentina de una mascota y otros fenómenos que suceden naturalmente en el tiempo, podrían desatar interpretaciones que llegaron incluso a la fundación de ciudades maravillosas, como la de Tenochtitlán, destruida por los ignorantes y bandoleros que la asaltaron en el siglo XVI y por lo cual miles y miles de muertos “todavía” reclaman justicia (y no aceptarán, jamás, que algún maleducado les diga “¿Por qué no se callan?”).
Lo impresionante de este tipo de interpretaciones no es que resulten verdaderas, o confusas, ni que se establezca un principio estadístico para validar los métodos de interpretación dados; lo impresionante es que las observaciones realizadas adquieren validez de acuerdo a quien hace la interpretación, puesto que no todos los “chamanes” o “sacerdotes” pueden interpretar adecuadamente la forma en que caen las entrañas de animales, huesos o forma de las nubes que se ven.
Uno puede creer o no creer en dichas interpretaciones. Inclusive, condenarlas duramente por demoníacas o satánicas; pero a la mayoría le corroe la curiosidad por saber el futuro o lo desconocido.
La Astrología, por cierto, cae dentro de estas artes interpretativas. Casi todas las grandes civilizaciones han hecho uso de estas interpretaciones: chinos, sumerios, egipcios, griegos, romanos, mayas. Habría que detenerse un poco para observar cómo puede interpretarse la posición de los planetas, incluidos el sol y la luna. Parecería que dichas interpretaciones son muy azarosas y no sistemáticas y muy asombrosas. Recuerdo haber leído, en “Diálogos: Borges/Sabato” que Sabato le llama la atención a Borges sobre el horóscopo del hijo del primero. El pasaje es muy ligero y no se dice gran cosa, salvo la coincidencia que se encuentra entre la vida del hijo de Sabato y lo que un horóscopo le había predicho, dos décadas antes. Interesante.
En lo personal también me llevé una sorpresa al leer mi horóscopo. Era 1999 y quien me lo interpretó me llamó la atención sobre el encuentro, en una determinada Casa, de dos planetas. Según el astrólogo, este encuentro era único en mi vida personal y algo fuera de lo común me hubo de haber pasado. Como lo personal tiene más peso que lo social, para cada uno como individuo, esta interpretación no pudo dejar de impresionarme, puesto que así parece haber sido.
Cómo interpretar la posición de nueve planetas, el sol y la luna y la posición en la tierra de quien nace, en un día, hora y segundo determinado y en una posición solar dentro de las constelaciones. No basta con decir algo relativo a las características particulares que se le asignan a las constelaciones, sino que habría que tener en cuenta que deben estar relacionadas con hechos ya verificados. Basta hacer un simple cálculo de las permutaciones que pueden hacerse en el orden de los planetas, constelaciones, casas, constelaciones para que podemos hacernos a la idea de lo difícil que sería interpretar el mapa de los astros.
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