A veces leo, oigo o converso con gente que me dice que hay que tener un objetivo en la vida. Muchos de los escritos hacen uso de la magistral obra de Lewis Carroll, "Alicia en el País de las Maravillas", tomando aquella conversación que la protagonista tiene con el Gato de Cheshire:
"Dime, por favor, que camino debe tomar desde aquí? A lo que el gato le responde: "Eso depende en buena parte hacia donde quieres ir" Alicia, por su parte, le responde: "No importa a donde". "Entonces", responde el Gato, " no importa el camino que tomes".
La conversación continúa, pero lo importante ya se ha dicho. Sin rumbo, no importa qué camino se tome. Pero, realmente, ¿eso importa?
No se me tome a mal lo que digo, pues no trato de decir que no se debe tener objetivos en la vida. Lo que interesa es estar conscientes de nuestros objetivos, conocer si realmente estos tienen el valor que nosotros queremos darles. Vivir en términos, por ejemplo, de "ganadores y perdedores", me parece, nos puede conducir a creer que no hay margen para otra forma de ver la vida. Vemos, por ejemplo, sociedades que viven bajo esa norma y vemos que, individualmente, sus miembros no son felices, viviendo en un mundo de consumo febril y alienados de las verdaderas relaciones humanas que deben existir en cada una de las sociedades de nuestro mundo.
Me parece que habría que hablar mejor en mejorar nuestra calidad de vida, tanto física como mental. Y con ello el respeto por uno mismo es una piedra fundamental en la construcción de nuestras vidas. Con el respeto a uno mismo se parte hacia el respeto a nuestro prójimo, a nuestra sociedad. Y con el mismo respeto se llega a pensar que nuestro comportamiento debe regirse no bajo un código escrito en piedra, o bajado de una montaña inaccesible para los mortales. Con este respeto se llega a pensar en hacer lo correcto.
"Dime, por favor, que camino debe tomar desde aquí? A lo que el gato le responde: "Eso depende en buena parte hacia donde quieres ir" Alicia, por su parte, le responde: "No importa a donde". "Entonces", responde el Gato, " no importa el camino que tomes".
La conversación continúa, pero lo importante ya se ha dicho. Sin rumbo, no importa qué camino se tome. Pero, realmente, ¿eso importa?
No se me tome a mal lo que digo, pues no trato de decir que no se debe tener objetivos en la vida. Lo que interesa es estar conscientes de nuestros objetivos, conocer si realmente estos tienen el valor que nosotros queremos darles. Vivir en términos, por ejemplo, de "ganadores y perdedores", me parece, nos puede conducir a creer que no hay margen para otra forma de ver la vida. Vemos, por ejemplo, sociedades que viven bajo esa norma y vemos que, individualmente, sus miembros no son felices, viviendo en un mundo de consumo febril y alienados de las verdaderas relaciones humanas que deben existir en cada una de las sociedades de nuestro mundo.
Me parece que habría que hablar mejor en mejorar nuestra calidad de vida, tanto física como mental. Y con ello el respeto por uno mismo es una piedra fundamental en la construcción de nuestras vidas. Con el respeto a uno mismo se parte hacia el respeto a nuestro prójimo, a nuestra sociedad. Y con el mismo respeto se llega a pensar que nuestro comportamiento debe regirse no bajo un código escrito en piedra, o bajado de una montaña inaccesible para los mortales. Con este respeto se llega a pensar en hacer lo correcto.
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