Thursday, April 17, 2008

Vivir como se Piensa

La ecología, siendo una ciencia de los sistemas de los seres vivos, también ha dado pie a modos de vida y a filosofías que se aplican a diversas actividades. Todas ellas, tratando de mantener los ciclos ecológicos naturales.

Dentro de estos conceptos han aparecido numerosas actividades que abarcan la industria, el arte y la vida doméstica. Todas tratan de mantener y fortalecer las cadenas tróficas, pues de esto se trata. Uno puede ver granjas ecológicas en las que se cultiva sin abonos químicos o sintéticos; granjas en las que se cría ganado con alimento sin aditivos ni antibióticos, utilizando sus desechos como abono para el cultivo de hortalizas y plantas comestibles.

El desarrollo de este tipo de cultivos o de actividades ecológicas también ha dado pie a que se desarrollen diversos productos industriales. Ya he mencionado en diversas ocasiones productos como los de la compañía inglesa, Organix; o de las barras Larabar, que tratan de presentar productos sin aditivos sintéticos, respetando el medio ambiente y promoviendo una vida más natural.

Individualmente, se supone, es relativamente fácil llevar una vida siguiendo normas que respeten a la naturaleza. La vida moderna conspira para evitar que eso suceda: nos trasladamos a nuestro trabajo a distancias a las cuales se tiene que llegar, por fuerza, utilizando vehículos para nada ecológicos. Sobre todo en nuestro trópico y en nuestra orografía, llena de lomas y quebradas. Parodiando a Perich, necesitaríamos de bicicleta y un buen desodorante para dejar de utilizar combustible fósil en estos menesteres.

Pero, volviendo al punto, es relativamente fácil seguir un modo de vida natural. Lo difícil resulta hacerlo en los negocios. Y esto se está poniendo de modo en todo el mundo: lo orgánico se vende más caro, pero los costos también son altos y la productividad, en cierto modo, es más baja que al emplear materiales sintéticos. Y, si una compañía crece y quiere competir dentro de los mercados también debe someterse a las presiones que estos exigen. En este punto es cuando se plantea la disyuntiva: vivir con lo se predica o someterse a la corriente que impera en todo el mundo.

Un caso de este tipo, según las informaciones que vienen de Alemania, tiene la fábrica que manufactura BIONADE, una bebida fermentada (no alcohólica), que está creciendo al 200% cada dos meses. Al parecer comenzó por varios factores que hicieron posible el producto. Uno de ellos fue que la empresa en la que se decidió manufacturar la bebida estaba casi en quiebra, su bebida, cerveza, no tenía la rentabilidad necesaria para mantenerse en la competencia con otras cervezas más fuertes de Alemania. Otro de los factores que contribuyó a la aparición de la bebida fue el desarrollo de un proceso fermentativo que usaba esta tecnología para aumentar los nutrientes de la materia prima sin producir alcohol. Esta tecnología es un secreto patentado, por lo que solo se sabe que mejora el perfil nutricional de la materia prima a través de la fermentación, sin producir alcohol. Con estos dos factores, y otros más probables, se desarrolló una bebida que resultó exitosa para los propietarios de la marca y la empresa (así como para el científico que desarrolló la metodología de la fermentación).

Su éxito los ha llevado a plantearse un dilema: seguir creciendo o no seguir haciéndolo. El seguir creciendo implicaría faltar a su concepto de respetar la ecología. Por el momento consumen azúcar producida en Europa. El crecimiento de la empresa y la producción implicaría importar azúcar de otros continentes y, si se tiene en cuenta “el efecto mariposa”, dicha demanda no está de acorde al concepto ecológico. Por el momento, me parece, no han tomado una decisión. Es difícil tomar posición al respecto.


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