Entre bebidas y alimentos procesados, la Asociación Salvadoreña de Industriales, (ASI), asocia a unas 75 industrias. La mayor parte de ellas tiene un volumen de producción grande, con relación al mercado salvadoreño. El sector, dentro del ámbito alimentario, va desde la producción de harinas de trigo, hasta la producción de helados y sorbetes. La gama de productos es variada.
Sin ánimo de crear controversias, la realidad es que la industria salvadoreña carece de muchas normativas: sanitarias, comerciales. Difícilmente se puede decir que la industria tiene la serie de controles que pueden impulsarla hacia una competitividad global. De hecho, es bastante complicado encontrar datos estadísticos claros, confiables y, sobre todo, a la mano. Esto obligaría a que la industria fuese más eficiente: el control lleva a la eficiencia.
Ya se ha mencionado que la industria manufacturera en nuestro país, en general, es bastante deficiente. Lo mismo se puede decir de la industria alimentaria. Y de cada sector de ésta, también puede decir que su eficiencia dependerá de la materia prima con la que tiene que ver. De lo contrario estaríamos viendo inserción de nuestros productos en el mundo.
El problema no tiene que ver con la voluntad de los industriales, sino con la naturaleza misma del sector. El consumidor de productos procesados compra los alimentos a los que se le han quitado mucho material no comestible: cáscara, fibras, escamas, huesos, y otros materiales. Por otra parte, el manufacturador ha utilizado agua para lavar los productos; ha usado productos químicos para estabilizar, mejorar o modificar el sabor de los alimentos; ha usado operaciones térmicas (calentamiento o enfriamiento), para manejar y proteger los alimentos. Todo ello hace que la naturaleza de los procesos sea especial para cada tipo de alimento y, por ello, la eficiencia de cada operación, en el entendido de que la eficiencia es la razón entre lo producido y su materia prima inicial, varía por cada sector.
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