En estos últimos días he estado leyendo algunos reportes de prensa en los que se menciona una tendencia bastante preocupante con el estado general de la salud y las condiciones de nuestras nuevas generaciones. Hay que indicar que estos reportes tienen que ver con las sociedades de los Estados Unidos y otras sociedades con un nivel de vida más alto que el nuestro.
Por ejemplo, hay estudios que indican que la estatura del usa-norteamericano es más bajo de estatura que el promedio de los europeos. Además, y tomando como ejemplo a los británicos, el estado de salud de la generación promedio es más bajo que el estado de salud de las generaciones anteriores, según los reporta el Daily Mail.
Claro, esto tiene sentido, puesto que las costumbres han cambiado y seguirán cambiando, por lo que el estado general de la salud, o del estado físico de las generaciones, cambiará de acuerdo a las costumbres con las que se comportan. De esto se puede decir mucho; pero basta con mencionar el efecto que tiene en la forma de alimentarnos la publicidad de muchos productos que consumimos, pero que no nos nutren. También podríamos mencionar el proceso al que son sometidos muchos alimentos y que el consumidor no tiene ninguna influencia en cómo se procesan.
Hace unos treinta años era poco frecuente encontrar jóvenes obesos. Hoy, al menos tres jóvenes de diez son obesos. Basta observar una tarde en un centro comercial, o en un lugar en donde concurran jóvenes para llegar a esta conclusión.
Hace unos treinta años o más no había tanta enfermedad, ni mucho menos había tanta medicina para ellas. Hoy, para cualquier dolor o molestia nos tomamos una pastilla con drogas poderosas que nos quitan el malestar. El resultado lo pagamos con nuestra salud. Queremos vivir más, pero nos estamos condenando a tener una mala calidad de vida: Parkinson, Alzheimer, artritis, diabetes... ¿Cómo querer terminar nuestros días?
Pasaba el Samurai por un pueblo. Uno de los sirvientes le
advierte que en ese pueblo vivía un anciano de más de 100 años y le aconseja que
vaya a saludarlo, para saber cuál era el secreto de tal longevidad. El Samurai,
haciendo una pequeña pausa en su caminar le respondió a su sirviente: "No, no lo
saludemos. Ese anciano es una persona digna de compasión. ¿Cuántos amigos,
hijos, nietos, sobrinos y personas que amó habrá visto morir?"
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