Que hemos, y estamos, destruyendo nuestro planeta es evidente. Los investigadores ambientalistas hablan del calentamiento global, de la expansión del agujero de ozono, de la gran masa de plásticos en el océano pacífico y de otros problemas como el aumento de las tragedias ambientales que sufren muchos países.
¿Quién tiene la culpa de todo esto? La respuesta es simple, nosotros. Nosotros, llevados de la mano por nuestra propia avaricia. Nosotros, porque nos damos cuenta de todos estos problemas y no hacemos nada, nos aislamos, no nos interesamos en lo que pasa (y nos afecta) a nuestro alrededor.
El hombre es el único animal de este planeta que genera desechos. El resto de compañeros de viaje no lo hace, todo lo que descarta de si mismo lo utilizan otros organismos. La boñiga de muchos animales sirven para fertilizar los suelos, los mismo cadáveres sirven para alimentar a otros animales. No se tira nada que no pueda ser usado por otros seres vivientes. En cambio, el ser humano descarta miles y miles de toneladas de basura en todo el mundo.
Claro, como individuos no podemos hacer mucho. Pero vale la pena reflexionar. La industria nos ha dado muchos productos que facilitan la vida, pero que, al fin y al cabo, están llevando a todo el planeta a convertirse en un enorme basurero, inservible incluso para nosotros mismos. La tecnología, que ha sido un avance en la conquista de nuestro destino, se ha convertido en un problema. Es la forma en que hemos querido abordar nuestras vidas.
Ahora y desde hace muchos años, se ha venido hablando de diseño ecológico. Al principio se habló del diseño desde el origen al final, o como se hubiera llamado. Se trataba de usar menos materias primas, reciclar o de algún otro método que redujera un consumo excesivo de aquellos materiales que contaminan nuestros suelos y nuestro aire y nuestra agua. Pero este método de enfocar nuestros esfuerzos solamente retardarán el momento en el que ya no habrá más sitio en donde colocar nuestra basura.
Ahora se habla de diseños de productos concebidos de cuna a cuna. Es decir, nuestros productos deberían ser diseñados para ser usados y reciclados incontables veces, de tal forma que no generen problemas al momento de descartarlos, puesto que pueden usarse para otros fines. Esto, sin embargo, no es tan fácil como se oye. Pero es un avance. Por ejemplo, hay ya plásticos degradables, hechos con materiales originados en el maíz. Buen avance, pero también debe considerarse lo relativo a la seguridad alimentaria, pues del maíz se consume todo para nutrición. Incluso sus hojas pueden servir para forraje, por lo que usar polímeros cuyo origen sea el maíz es algo que debe valorarse mucho.
Lo importante es buscar alternativas y no descansar en una de ellas solamente...
Friday, August 15, 2008
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