
El caminar es de por si un ejercicio que mejora nuestra circulación sanguínea. Nuestro cuerpo se oxigena y, como también se oxigena nuestro cerebro, mejoramos nuestros mecanismos mentales. Recuerdo a mi abuelo, que murió cercano a los 100 años de edad, con una lucidez que, ahora, me asombra. En la ciudad siempre se desplazaba caminando, no le gustaba viajer en bus. Si lo hacía en carro era porque lo llevaban.
También se dice que el caminar mejora la salud y reduce los riesgos de contraer un gran número de enfermedades, entre las que se incluyen las cardiovasculares, la diabetes, la artritis y otras más. Pero esto no tiene que ver solamente con el caminar en sí, sino que el hábito de caminar conlleva otros hábitos que contribuyen a mantener la salud.
En realidad hay muchos efectos relacionados con la caminata, si ésta se efectúa en forma habitual. Quemamos calorías, por lo tanto, podemos mantener un peso normal y bajo control. Además nos permite mantener estable nuestro carácter. Lo más probable es por el hecho de que la actividad influye en nuestros pensamientos por lo que vemos y sentimos al caminar.
Ahora bien, el problema que tenemos para caminar es seleccionar los sitios en donde lo vamos a hacer: no vaya ser que nos salgan los tacazuines.
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