En Estados Unidos y Europa se discute mucho sobre la epidemia de la Obesidad, discusiones que no tienen la misma relevancia en nuestros países, por diversas razones, entre las que destaca la falta de información que tiene el público sobre este tema y sus relaciones con la vida de cada uno de las personas que conforman una sociedad y ésta misma.
En Nature Clinical Practice Endocrinology & Metabolism (Vol. 2, pp. 447-458), , el Dr. Robert Lustig, de la Universidad de California en San Francisco, acusa a las prácticas de manufactura de la industria alimentaria occidentales como causas de la obesidad infantil que invade a Estados Unidos. Es cierto que hay esfuerzos en reducir los trans, por ejemplo. O para reducir grasas o calorías en muchos productos de consumo para niños, pero el aumento de peso en amplios sectores infantiles continúa.
Los costos para el sistema nacional de salud en los Estados Unidos se elevan hasta los 1.6 billones de dólares. Para la economía de Inglaterra, se han calculado costos indirectos hasta los 2.3 billones de libras. Y la tendencia continúa.
“Nuestro actual ambiente alimenticio occidental”, dice Lustig, “ se ha vuelto muy “insulinogénico”, evidenciándose por el incremento en la densidad energética de los alimentos, su alto contenido de grasa, alto índice glicérico, el incremento en la composición de fructuosa y en el decremento de fibra y contenidos lácteos”. Estos cambios, hechos por la industria de los alimentos, vienen haciéndose desde hace 30 años, por lo que es difícil decir que la responsabilidad de la epidemia de gordura pueda atribuirse exclusivamente a cada persona; en especial, tratándose de niños que no tienen mucho criterio al respecto.
Lo interesante con estas declaraciones es que ha puesto en marcha un debate muy amplio. Los representantes de la industria alimentaria no aceptan toda la responsabilidad. Algunos lo ven fríamente, es cuestión de negocios y rendimiento de los mismos, por lo que difícilmente se puede hacer cambios en la industria si no se tienen las ganancias esperadas. Otros ven un poco más a futuro, cuando las sociedades puedan demandar mejores y más sanos productos. Y, otros, cuestionan las decisiones de muchas industrias y piden un mejor control. Incluso, leí una historia en la que se dice llanamente: “Ojo, los puntos en su yogurt de fresa son insectos aplastados”, haciendo referencia al uso de los colorantes en el yogurt.
El problema no solo tiene que ver con los individuos y con la industria, sino con cómo entendemos nuestra sociedad y cómo nos sentimos comprometidos como parte de una misma especie, entre muchas miles o millones, de especies del planeta tierra.
Monday, August 14, 2006
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